Así, los resultados determinan, por ejemplo, que si se continúa con la misma gestión realizada hasta ahora, se beneficiarán algunos servicios como la mitigación de la erosión del suelo en detrimento del suministro de agua y se planteará un escenario con bosques más vulnerables enfrente sequías extremas o incendios forestales por la acumulación de biomasa forestal. Mientras, si se realiza una gestión centrada en reducir esta vulnerabilidad al cambio climático también menguarían el almacenamiento de carbono y el hábitat por la biodiversidad.

 

En este sentido, el investigador de la UdL Aitor Ameztegui explica que "en un contexto en el cual se espera que las perturbaciones aumenten en frecuencia y gravedad, este tipo de gestión emerge como una alternativa razonable para atenuar el riesgo de daños irreversibles, incluso si se reduce ligeramente a la provisión de algunos servicios."

 

Promover la producción de biomasa con rotaciones de menos de 80 años y una silvicultura más intensiva reduciría todavía más el hábitat por la biodiversidad y el almacenamiento de carbono, a pesar de que aumentarían la producción de madera y la provisión de agua. Este escenario supondría cortar los árboles frecuentemente y prácticamente haría desaparecer la madera muerta a tierra, reduciendo el riesgo de incendio. Mientras, incentivar el almacenamiento de carbono con rotaciones de unos 200 años aumentaría la biodiversidad pero reduciría la la cantidad de madera aprovechada. Habría menos árboles, pero más grandes. Y también más árboles muertos de gran medida y madera muerta al suelo de los bosques.